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¿PIDGIN, CRIOLLA, FRANCA?: TRES MUESTRAS DE FORMACIÓN DE LENGUAS.

Actualizado: 17 jul 2020

Por Cindy Herrera/ Docente de español.


Cuando preguntan cuántas lenguas hay en Colombia, por lo general las personas responden, uno: el español, (hablando de una lengua “oficial”). Algunos un poco más enterados aluden a dos o tres, incluyendo allí el Palenquero de San Basilio de Palenque y el creolé, lo que algunos mal llaman “Patuá”, en San Andrés. Pero lo cierto es que, en el territorio nacional hay alrededor de 67 lenguas, incluidas allí dos criollas, una gitana (romaní) y 63 lenguas indígenas. Algunas de estas últimas pertenecen a comunidades y familias que comparten territorio, lo que quiere decir que, muy posiblemente, muchas de las raíces de sus lenguas sean también compartidas.


Para muchos no es un secreto que factores como la migración, los asentamientos en territorios fronterizos, los viajes, la diáspora, el intercambio comercial, y hoy, las redes de comunicación masiva e inmediata, permiten y posibilitan, así mismo, un traslado de los cuerpos y con ellos del lenguaje y las lenguas. Esto quiere decir que la producción de una lengua, cualquiera que sea, se da, de manera muy concreta, través de múltiples intercambios y fluidos orales, donde los usos cotidianos de ciertos códigos lingüísticos son utilizados por los hablantes como herramientas de comunicación que puedan resolver una necesidad. Esto nos lleva, entonces, a la idea de que la creación de una forma de comunicarnos (una lengua) nos puede revelar las tensiones sociales, culturales y económicas de una comunidad, de un pueblo, de un país, en fin, de una sociedad. Pero, ¿cómo se les denomina a las lenguas que no aparecen inscritas como “lenguas oficiales” de territorios constituidos desde la dominancia histórica? Con esta pregunta nos referimos, aquí, a la multiplicidad de estudios académicos que legitiman la creación de familias lingüísticas que no proceden del eurocentrismo, la occidentalización o que han nacido (como la mayoría de las lenguas del mundo) en una situación de conflicto y necesidad comunicativa, y que, al no ser hablados por la mayoría de las personas de un país, pueden pasar desapercibidas, pero que para su pueblo y situación representan y contienen las visiones de mundo de los hablantes adscritos a ella, y por lo tanto adquieren valor intangible. Para ver esto tenemos que tener presente que las lenguas orales siempre preceden a las escritas, y que son los hablantes quienes asumen los códigos lingüísticos que les permitan solventar su necesidad comunicativa. Entonces, validamos la idea de que “lo que diferencia la lengua oral de la lengua escrita son principalmente las circunstancias de uso. Utilizamos la lengua oral sobre todo para la comunicación inmediata, cara a cara, y la lengua escrita para comunicarnos a través del tiempo y del espacio”. (Kenneth Goodman, 2000)


Frente a lo anterior, reconocemos que la inmediatez de una situación cotidiana y constante posibilita siempre la creación de nuevos vocablos y, así mismo, de nuevos códigos de comunicación, atendiendo a que la forma de expresión oral es la primera en generar el puente de cambio e intercambio lingüístico. Así pues, los códigos no caen del cielo y la formación de las lenguas tampoco, se necesita de tiempo, permanencia, de una necesidad de comunicación y, sobre todo, de códigos del ambiente que ya se encuentren en relación con la atmósfera de los hablantes.


A continuación, te mostramos la diferencia entre una lengua pidgin, una criolla y una franca, las cuales, aunque diferentes, no contienen conceptos aislados entre sí, sino que al contrario se alían en un proceso de creación lingüística. Además, veremos ejemplos hispanos de cada una, es decir, donde el español como lengua “dominante” o “secundaria” tuvo participación, ya sea por situaciones de frontera, diáspora, intercambio cultural o comercial, etc.


· La lengua franca es una variedad lingüística usada para la comunicación entre personas de lenguas maternas diferentes. Las lenguas de intercambio comercial, producidas en frontera o en circuitos comerciales con personas de lenguas maternas diferentes puede producir códigos salidos de ambas lenguas, en estas, aparentemente no hay una dominación total de ninguna de las dos lenguas, pues los códigos son independientes de esas lenguas. Un ejemplo es el náhuatl que se utilizó ampliamente como lengua vehicular entre los evangelizadores y conquistadores españoles para el “intercambio comercial y cultural” con los indígenas en México. Y en Suramérica, el quechua se expandió básicamente como segunda lengua de entendimiento en el imperio inca, ya que la lengua original de los primeros incas parece haber sido el puquina.


· La lengua pidgin nace del contacto de hablantes de dos variedades de lengua de desigual “prestigio” o consideración social. Por lo general, la lengua dominante aporta, en su mayoría, las bases fonéticas y morfológicas, aunque de manera simplificada, puesto que, en el intercambio gran parte del campo semántico puede proceder de la lengua “dominada”. Muchas lenguas que hoy consideramos “oficiales” pasaron por este proceso. Para hablar de ejemplos concretos de una lengua pidgin tenemos que referirnos a las lenguas criollas, y es aquí donde se genera la mayor confusión, pues el pidgin es más una etapa que debe cumplir una lengua para que pueda considerarse criolla.


· Se suelen llamar lenguas criollas a los sistemas lingüísticos surgidos en comunidades de hablantes de orígenes diversos que tienen la necesidad de comunicarse mutuamente; con el correr de los años, estos sistemas llegan a conformar verdaderos idiomas que pasan a ser la lengua materna de una población.

Los esclavizados traídos a América desde diversas regiones de África y, a su vez, hablantes de diferentes lenguas africanas, en su cruel e inhumano nuevo ámbito fueron formando nuevos lenguajes en los que estaba presente la lengua del amo. Así, en Colombia surgieron dos de estas lenguas, cada una estructurada de manera diferente: el criollo sanandresano, hablado en las islas de San Andrés y Providencia, y el palenquero, hablado en San Basilio de Palenque (departamento de Bolívar). (María Estella González, Instituto Caro y Cuervo) Estas dos lenguas vivas, escritas y habladas, ambas se muestran con fuertes raíces de intercambios lingüísticos africanos e hispanos y con bases, para el sanandresano, inglés; y para el palanquero, español.


Algunas personas preguntan qué es el “Spanglish”, pero lo cierto es que aún no es considerado una lengua en proceso, puesto que no mantiene organización concreta en su uso, y se ve más un como fenómeno lingüístico en estudio. Lo que sí podemos afirmar, es que este fenómeno tiene cada vez más fuerza en las fronteras entre Estados Unidos y México, y en las ciudades como Miami, New Yersey o Texas, donde la población latina, día tras día, migra o “gana más espacio” en el intercambio, y en muchos casos puede llegar a superar en porcentaje a la población nativa, como es el caso de Hialeah, una población vecina a Miami, es la ciudad más hispana y en la que más español se habla en todo Estados Unidos, pues es la número uno en todo el país en porcentaje de habitantes hispanos con 95,64 % . Además de esto, el spanglish, hoy, puede verse resuelto en espacios como la literatura, los estudios sociológicos, antropológicos y de índole humanística, puesto que sabemos que de allí podrían devenir pistas para la comprensión de las tensiones de la sociedad latina e hispano hablante en Estados Unidos o la frontera.

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